"Perdoná si te estoy tapando, es que yo ahí no me puedo sentar, me sacaron del bolillero", bromeó un dirigente papal minutos antes del sorteo de la Copa Uruguaya, que tuvo como varios condimentos, ninguno más grande que la creada por la posibilidad de tener un clásico en las primeras fechas del certamen.
Sin embargo, la ilusión quedó en la nada: el clásico se jugará en la 11ª fecha, apenas un par de semanas antes de lo acostumbrado. "Esto está digitado", fue el grito que se escuchó en la sala del Museo del Fútbol, que otro año más quedó desbordada por los asistentes.
Entre chistes de "bolillas frías" y acuerdo previo, la emoción por el clásico sin digitar se desvaneció, acompañada de un alivio de que el partido más atrayente del torneo local no tuviese que armarse a contrarreloj para el próximo fin de semana.
"En definitiva el resultado del sorteo fue casi lo mismo que el sistema anterior", señaló Jorge Barrera, delegado aurinegro. "Por la situación de Peñarol, este clásico lo tenemos que ganar y lo vamos a ganar, sin importar en qué fecha se juegue".
El sorteo tuvo otras particularidades, dadas por el orden en que salieron las bolillas, que dejaron prácticamente a todos los locales sembrados antes de conocerse a los equipos visitantes.
Esto creó una "silla caliente" para la bolilla número 13, que enviaba a un club a Melo. El Tanque Sisley evitó ser el primer equipo en visitar Cerro Largo, algo que quedó en manos de Wanderers. "El Tanque se moría si ya tenía que salir a `manguear` plata para el ómnibus", exclamó socarronamente un delegado rival.
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