La historia del partido dice que nueve jugaron como once o, mejor dicho, se las ingeniaron para que los dos de menos por las tarjetas rojas recibidas en la primera mitad no se acusaran en la medida que pudo hacerse.
Lo real, entonces, es que Peñarol aguantó, se hizo grande en la adversidad, luchó como se lo demanda la historia y evitó que el adversario lo tirara a la lona en el partido.
El sacrificio en la marca, la manera en la que se cubrieron los espacios y hasta el despliegue que realizó Juan Manuel Olivera para hacer que los darseneros "sufrieran un poquito en el fondo", fue supervaliosa. Digna del aplauso que le tributó la gente.
Y esa es la parte buena, sobre todo porque Peñarol empezó perdiendo el cotejo de manera muy temprana y porque al ratito no más lo mandaron a las duchas a Damián Macaluso por la infracción contra Leandro Rodríguez.
Pero hay una parte mala. Es decir, hay unas páginas de la historia que no permiten sacar la mejor lectura. Es que la hora del campeonato, por más que esto recién comienza, el equipo de Jorge Da Silva ya perdió cinco puntos sobre seis disputados. Lo que, sinceramente, es una barbaridad para cualquier aspirante a levantar el trofeo.
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