Pensando en el calor de Barranquilla, Uruguay no descuidó casi ningún detalle. Casi. Se familiarizó con la temperatura alta al ir cuatro días a Panamá; después de los himnos y antes de que se sacara la clásica foto del equipo todos los celestes se arrimaron a un costado de la cancha y se hidrataron y refrescaron; al promediar el primer tiempo Walter Ferreira se fue hasta atrás del arco de Muslera, colgó una toalla en la red y dejó un par de botellas de agua para que algún jugador se aliviara del clima reinante en cualquier detención.
En fin, no se descuidó casi ningún detalle. Casi, porque justo pasó lo que si Uruguay quería sacar un resultado favorable, no debía de pasar; y ocurrió en el momento que tampoco debía suceder, ni por obra y gracia de quien tampoco debía transformarse rápidamente en un protagonista gravitante, desequilibrante: Radamel Falcao.
Centro bajo desde la izquierda de la retaguardia visitante, los zagueros celestes que se van al amague ante la pifia de Abel Aguilar, y… ¡adentro! Falcao que no debía estar solo, y menos en los minutos iniciales, la mandó a guardar y… por cómo se iba a jugar -y se jugó- el partido, que los propios colombianos favorecidos por la ventaja también jugaron a ritmo de "picado de playa", y de las siete de la tarde, de esos en los que sólo se trata de sacarse la pelota de arriba para dársela al compañero más cercano, pareció un pleito liquidado.
Es que, aunque salió con tres puntas que por pasajes se volvieron cuatro, y hasta cinco por ráfagas, Colombia obligó a Uruguay a plantarse con línea de cinco rígida en el fondo de entrada, porque James Rodriguez se le clavó en la espalda al "Maxi" Pereira como lo hizo Ribery en el arranque del partido del Mundial contra Francia, y entonces a Uruguay, con Arévalo Ríos, Diego Pérez y el "Cebolla" Rodríguez trillando cansinamente el mediocampo, mientras Forlán y Cavani quedaban "colgados" adelante, se le hizo dificilísimo progresar en la cancha.
En ese aspecto, entonces, ahí fue donde entró a tallar al calor impresionante. Por cómo se produjo, el gol de Falcao podría haber sido igual de tarde, como fue, de noche o de madrugada. La alta temperatura empezó a jugar después, cuando Uruguay se vio obligado a dar respuesta a ese imprevisto de estar un gol abajo en los minutos iniciales.
Sencillamente, casi no hubo respuesta; porque se vio que Colombia era flojón atrás, pero con contragolpes lentos y envíos aéreos y anunciados para Cavani, era imposible aprovecharlo.
Además, en las pocas ocasiones que el "Cebolla" pudo remar hasta las cercanías del área adversaria, remató como fundido: mal, alto, desviado; y, tal cual se vio en forma retrospectiva al comenzar la segunda etapa, cuando ya las sombras cubrían el 90% de la cancha, mientras Uruguay no salía con todo a buscar el empate, tampoco Colombia precisaba sacar gente del fondo, que le ganaba en superioridad numérica a Cavani.
La prueba está, ni bien Tabárez movió las piezas para el inicio del complemento, para jugar con un 4-4-2 más atacante, ¡pum!: dos goles locales y el equipo que estaba "groggy" por el calor, y abrió un poco la guardia para ir en busca del empate, cayó por toda la cuenta. Perdió, no feo, por lo del calor, que es real, cruel, innegable, pero sí por nocaut. Como en el 96. Como en el 2004. Como siempre, no a fuego lento, sino a fuego rápido. Aunque esta vez todo empezó por un detalle. Que no debía pasar si Uruguay quería, al menos, zafar de Barranquilla con el invicto de 18 partidos en el equipaje; y pasó, en el momento y con el rival menos apropiado, por más que Tabárez advirtiera antes -con razón- que "jugamos contra Colombia, no contra Falcao".
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